Hugo en retrato

A cualquier edad y en cualquier material, Victor Hugo fue indiscutiblemente uno de los hombres más retratados de su tiempo, desde el joven escritor romántico de cabello largo hasta el venerable anciano de barba blanca, fotografiado en el peñasco del exilio, retratado con el codo apoyado sobre un libro, caricaturizado en la portada de un periódico o esculpido en bronce con la frente inclinada para siempre hacia el infinito.
Fruto de la pasión de Paul Meurice, amigo de Victor Hugo, el museo tuvo desde sus orígenes la vocación de preservar su imagen, tanto la del hombre como la del escritor. Entre los centenares de retratos que componen sus colecciones, muy pocos son simples retratos recuerdo o retratos de familia. Sean éstos del joven poeta prometedor con una flor en el ojal, prematuramente condecorado con la Legión de Honor, o del precursor del romanticismo que rápidamente merece el mármol bajo el cincel de su amigo escultor. Todos responden a una estrategia literaria, y más adelante política, o que combina ambas al mismo tiempo. Las firmas de David d’Angers, Louis Boulanger y Auguste de Chatillon, son fiel testimonio tanto de las amistades artísticas como, más tarde, de las amistades políticas y las luchas comunes. La estrategia adoptada por la empresa fotográfica familiar, el taller de Jersey, refleja el poeta romántico y republicano que encarnó en el exilio: cabello largo siempre peinado hacia atrás, como «escuchando a Dios» o a sus amigos en el peñasco de los proscritos.
Más adelante Victor Hugo se deja crecer la barba y se corta el cabello. Un periodista no cree en el futuro de esta nueva imagen y, sin embargo, será la de la gloria y la inmortalidad. Esta nueva imagen, adoptada al tiempo que la publicación de los Los miserables, será la imagen definitiva de Victor Hugo. Desde ese momento y sobre todo desde su regreso a Francia en 1870, la celebridad de la que goza acaba por congelar una representación que estará dominada principalmente por los dos modelos que ofrecen las fotografías de Nadar y Carjat. A partir del retrato oficial pintado por Bonnat, ambos modelos serán declinados hasta la saciedad tanto en grabado como en prensa, hasta las ediciones baratas en galvanoplastia, para representar al Padre de la República, al gran padre ideal, al poeta consagrado.
En medio de este continuo ensalzamiento, la caricatura que se expande en la prensa popular e ilustrada aporta un toque de humor e ingenio, aun a riesgo en ocasiones de empequeñecer al gran hombre, quien por cierto disfrutaba coleccionando estas hojas La imagen póstuma sobrevivirá al hombre que, a día de hoy, todavía suscita innumerables retratos y cuya figura es constantemente representada. Asimismo, quien le acompaña en este paso de la vida a la inmortalidad es Rodin. Autorizado a observar Victor Hugo en sus últimos años de vida, ofrecerá una imagen póstuma que proporcionará un nuevo aire visionario e inspirado.