Hugo ilustrada

Muchos de los personajes de Victor Hugo han pasado a formar parte de nuestro imaginario gracias a los dibujantes que, en el s. XIX, protagonizaron el desarrollo de las ediciones ilustradas. Pero los escritos del poeta han sido también fuente de inspiración de pintores y escultores. El fondo del museo, en su mayor parte reunido y completado con otros encargos por Paul Meurice, consta actualmente de nada menos que de 600 obras, cuadros, dibujos, esculturas…
Los primeros ilustradores de la obra de Victor Hugo son ante todo sus amigos: Achille y Eugène Devéria, Louis Boulanger, Alfred y Tony Johannot, Célestin Nanteuil, miembros todos ellos del Cenáculo Romántico (en torno a 1830). No solo elaboraron las primeras ediciones ilustradas en las que el romanticismo insufla aires nuevos, sino también maquetas de trajes o representaciones de escena para las obras teatrales de Victor Hugo, como es el caso de la escena monumental de la afrenta de Lucrecia Borgia de Louis Boulanger. Este último, muy próximo al maestro, trabaja tanto la acuarela preparatoria para el grabado de Nuestra Señora de París, como la litografía (Los fantasmas, La Ronde Sabbat) o incluso la pintura (El fuego del cielo, la segunda versión de La Ronde Sabbat), muestra de la diversidad que caracteriza todas las colecciones del museo.
Victor Hugo siempre se opuso a la ilustración de las ediciones originales de sus obras pero no ponía problemas a partir de la segunda. Uno de los fenómenos más destacados es la brillante ocurrencia de Gustave Brion que, tan pronto como se publicó Los Miserables, propuso difundir sus dibujos a través de la fotografía. El éxito de sus álbumes apuntala las representaciones típicas de los personajes de Victor Hugo, que posteriormente el cine se encargará de popularizar aun más.
Cada exitosa novela de Victor Hugo dará material para varias ediciones ilustradas. Destaca el trabajo de F.N. Chifflart en Los trabajadores del mar – también produce espectaculares dibujos para La leyenda de los siglos– o el de Georges Rochegrosse para El hombre que ríe. Las ediciones sucesivas estarán salpicadas de colaboraciones, con Daniel Vierge en especial, antes de que las múltiples ediciones de sus obras completas se conviertan en auténticas empresas que retoman antiguas ilustraciones o crean nuevas. En este sentido, el fondo del museo reviste gran interés por su variedad: dibujos o pinturas originales, algunas fotografías de los dibujos reproducidos sobre madera,  los esfumados o las pruebas en diferentes estadios y las propias ediciones.
Paul Meurice, al que Victor Hugo solía confiar la supervisión de las ediciones y sus ilustraciones, fue especialmente sensible a esta labor. Así pues, para la constitución del museo ambicionaba reunir el conjunto más vasto y representativo posible, con ejemplos sobre todo de las pinturas, a menudo realizadas en grisalla o claroscuro por los artistas célebres de la época con el objetivo de contribuir a la gloria de Victor Hugo  (Le Satyre de Cormon o de Fantin-Latour, Le Titan de Cabanel, Le Sacre de la Femme de Baudry…). También quiso completar esta labor encargando para el museo diferentes pinturas que ilustraran personajes o escenas célebres de la obra y la vida de Victor Hugo (La Première d’Hernani d’Albert Besnard, Une larme pour une goutte d’eau d’Olivier Merson, Les Burgraves de Rochegrosse…).
Fiel a este ejemplo, el museo continúa esta labor en los ámbitos del cine, el teatro o el cómic, persiguiendo siempre la posteridad visual de las obras de Victor Hugo.